domingo, 7 de abril de 2013

50 años no son nada

El 7 de abril de 1963 no fue un día cualquiera. Cantaba Carlos Gardel que 20 años no son nada, pues han pasado 50 y en Pontevedra se recuerda todavía lo que un grupo de futbolistas, vestidos de granate, hicieron en Barcelona donde, tras ganar al Espanyol, con remontada incluida, se acercaron a la utopía del ascenso a Primera División.

24 horas después, un día como el de hoy, pero de hace medio siglo, la ciudad se echó a la calle para recibir a sus héroes. Desde que el árbitro pitó el final las calles se abarrotaron de unos aficionados, y también de los que no lo eran, que  festejaban la hazaña del equipo de Rafa Yunta Navarro, porque  lo que parecía meses atrás una utopía que posteriormente se transformó en un sueño colectivo, se convirtió en una extraordinaria realidad: el Pontevedra solamente necesitaba un punto para entrar en el reino de los grandes del fútbol español. Una ciudad de poco más de 40.000 habitantes estaba muy cerca de competir de tú a tú con el Madrid de Di Stéfano o el Barcelona de Kocsis.

“Desde cien kilómetros antes de Pontevedra ya había gente en la carretera”, recordaba el jueves pasado Rafael Ceresuela, uno de los protagonistas de la hazaña al conseguir en la última jornada liguera el gol que significaba el empate ante el Celta, que a la postre materializaría el ascenso.

La fiesta fue total. La ciudad vivía con intensidad las noticias que llegaban desde Barcelona gracias a la retransmisión de Radio Pontevedra, se le encogió el corazón con el gol de Castaño al poco de empezar (minuto 7), se ilusionó con la igualada de Vallejo, de cabeza, antes del descanso y acabó entusiasmándose cuando, al poco de reanudarse el encuentro, el navarro Recalde establecía el que acabaría siendo el definitivo 1-2 tras una portentosa actuación del portero granate Gato, cuyas paradas sirvieron para que el semanario  ‘Vida Deportiva’ titulase ‘Más que un gato, un felino’.

Con el pitido final de Rigo, Pontevedra explotó de alegría. Aquel día de abril entró en los anales de la historia. Parecía que no pasaban las horas para poder recibir a los integrantes del equipo granate, que se recorrieron en autobús los mil kilómetros que había entre la ciudad condal y la capital de las Rías Baixas, a donde llegaron entrada la noche, pero eso no fue impedimento para que miles de persona se dieran cita alrededor del Santuario de La Peregrina. Los jugadores, entrenador, miembros del cuerpo técnico, directivos… fueron aclamados. El ascenso, matemáticamente, no estaba logrado, pero sí lo más complicado que era llegar a la última jornada dependiendo de sí mismo tras ganar, en su campo, al segundo clasificado.

Aquel 8 de abril dio paso a seis días en los que el único tema de las conversaciones era el siguiente encuentro contra un Celta que no se jugaba nada y ante el que el Pontevedra disponía de una oportunidad única. Su extraordinaria trayectoria le había colocado en un lugar preferente. Todo se jugó en 90 minutos. Lo que sucedió el 14 de abril por todos es sabido: el conjunto granate empató.

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