Intentando convencer a todos, via jó por todo el mundo
hablando de paz, comprensión entre los hombres, y mezclándolo todo con la palabra
deporte comienza a establecer los principios de la creación de los Juegos,
porque Pierre soñaba con unir en una extraordinaria competición a los
deportistas de todo el mundo bajo el signo de la unión y la hermandad y sólo
por el deseo de conseguir la gloria; competir por competir.
La idea de Coubertin parecía insensata y chocó con mucha
incomprensión, no en vano fue a la segunda intentona cuando consiguió, en 1894,
la fundación del Comité Olímpico Internacional en la universidad francesa de La Sorbona , y dos años
después se celebraron los primeros Juegos.
Recuperado el movimiento olímpico, Coubertin comenzó a
dotarle de valores y de sentido. Nada estaba dejado al azar. De su amigo dominico
Henri Didon cogió el que sería el lema olímpico: ‘citius, altius, fortius’. En
los cuartos Juegos, los de Londres 1908, por primera vez desfilaron todos los
deportistas, y cinco años más tarde dotó al CIO, como le gustaba decir, de su
símbolo: los anillos, que no aros, olímpicos. Fue en agosto 1913 y los presentó
a través de la publicación ‘La Revue Olympique ’.
Su siguiente paso fue convertir los anillos en un símbolo,
y en el Congreso Olímpico -no confundir con las sesiones del COI que se celebran
cada dos años- de 1914 -el sexto de la historia, solamente se han desarrollado
trece- presentó la bandera olímpica con motivo de la conmemoración del vigésimo
aniversario del COI. La idea de Coubertin era simbolizar la unión entre las naciones
de los diferentes continentes. El resultado son los cinco anillos entrelazados
de diferentes colores -azul, amarillo, negro, verde y rojo- sobre el fondo
blanco.
Muchos creen que cada uno de los colores corresponde a un
continente; sin embargo, es una apreciación errónea -aunque sí es cierto que
los aros representan a los cinco continentes- porque en su extensa biografía el
pedagogo francés recalca que esos colores combinados con el blanco del fondo
representan a todas las banderas de las naciones existentes en el mundo en 1913.
“Estos cinco anillos representan las cinco partes del mundo que se han unido al
olimpismo y que han aceptado competir sanamente. Además, los seis colores
combinados representan a todas las naciones sin excepción. El azul y el amarillo
de Suecia; el azul y el blanco de Argentina, Grecia y Guatemala; los tricolores
de Alemania, Bélgica, Chile, Colombia, Estados Unidos, Francia, Hungría,
Italia...; el amarillo y el rojo de España yacen junto a las nuevas banderas de
Australia, Brasil y Venezuela, y a las del antiguo Japón y la joven China”,
dejó escrito Pierre de Coubertin, que hizo hincapié en que “este es, realmente,
un emblema internacional”.
La bandera se izó por primera vez en Alejandría, aunque,
debido a que los Juegos de 1916 -estaban concedidos a Berlín- fueron
suspendidos por la
Primera Guerra Mundial, no hizo su debut olímpico hasta los
de Amberes de 1920 que significaron un punto de inflexión.
En la revista ‘Olympic Magazine’, de noviembre de 1992 el
historiador estadounidense Robert Barney comentaba que la idea de los anillos provino
de la figura de dos anillos entrelazados -como el clásico emblema significando
una pareja en matrimonio- de la Unión Francesa de Sociedades de Deportes
Atléticos, organismo fundado por la unión de dos asociaciones deportivas francesas
y de las ideas del psicoanalista Carl Gustav Jung, que comentaba que el círculo
representa continuidad y al ser humano.
Durante su siglo de vida han existido tres banderas oficiales,
las cuales poseen, además, un borde de flecos
o barbitas. La primera -fabricada en la tienda parisina de Bon Marché- fue
usada para los Juegos de verano entre Amberes 1920 y Seúl 1988. La segunda es
utilizada para los de invierno, desde los de Oslo 1952 hasta la actualidad. La tercera
es usada para los de verano, desde los de Seúl 1988 hasta la actualidad.