martes, 18 de febrero de 2014

La coqueta pista que escupía en las curvas

Sabadell será escenario de una de las ediciones más especiales del Campeonato de España de pista cubierta, la de sus bodas de oro, pero en nuestro país la historia de una de las disciplinas que más gloria le ha dado al deporte nacional comenzó el 27 de noviembre de 1959 en las instalaciones de la Escuela Naval Militar de Marín con la celebración de la primera competición oficial, que estuvo reservada exclusivamente para alumnos del centro como anticipo a un periodo (hasta mediados de los años sesenta del siglo pasado) en el que se sucedieron numerosas competiciones abiertas a atletas de todos los clubes, a la vez que entraba en funcionamiento el Palacio de Deportes de Madrid (25 de febrero de 1960), que acabó convirtiéndose en el epicentro de una modalidad de la que, desde ese entonces, se han celebrado en España algunas de las mejores competiciones del mundo.


LOS COMIENZOS del atletismo de pista cubierta en España están unidos a dos nombres, el de la Escuela Naval y el de un exprofesor de esa institución, Rafael Berenguer (a mediados de los años sesenta del siglo pasado llegó a ser vicepresidente de la Federación Española), que fue el primero en lograr organizar una competición completa ‘a cubierto’. Hasta aquel otoño solamente había referencias de que en España se llevaron a cabo exhibiciones deportivas que incluían alguna modalidad atlética (longitud y altura, especialmente) en el teatro Circo del Ensanche de Bilbao en la primera década del siglo XIX y hasta que el edificio fue pasto de las llamas.

La organización de competiciones en pista cubierta era una vieja pretensión de los amantes del atletismo y especialmente de los deportistas, no en vano los más punteros, como el gran fondista Tomás Barri, tenían que irse al extranjero a competir. La construcción del Palacio de los Deportes de Madrid estaba llamada a cubrir esa demanda, pero antes de que abriera sus puertas, el atletismo indoor nació en la Escuela Naval de Marín, aunque el primer Campeonato de España no se disputó hasta 1965, un año antes del estreno de los Juegos Europeos en Dortmund (Alemania), a donde el país acudió con seis atletas. Desde entonces esta modalidad invernal ha experimentado un crecimiento constante y no ha dejado de deparar grandes logros y satisfacciones al deporte español.

Debido al clima de Galicia, Berenguer (por aquel entonces responsable del departamento de Educación de la ENM) buscó soluciones para que sus entrenamientos y su programa competitivo no se vieran condicionados en un centro que ya contaba con una pista exterior. De esa necesidad nació la idea de habilitar una instalación atlética en el gimnasio aprovechando sus dimensiones. Después de muchas conversaciones, planos y trabajo, la primera prueba oficial vio la luz el 27 de noviembre de 1959, reservada exclusivamente para alumnos del centro militar que compitieron en una pista de ‘petralit’ (madera en trozos con cemento), por lo que los atletas no podían utilizar zapatillas de clavos, viéndose obligados a usar calzado de tenis o de superficie rugosa en la planta.

Una de las principales dificultades para el desarrollo de las competiciones fueron los condicionantes de la instalación, «porque aquello no era una pista, sino un gimnasio para voleibol, baloncesto, balonmano... que adaptamos para el atletismo», reconoció más de 40 años después el impulsor de la iniciativa, por eso solo se podían montar una serie de pruebas, aunque el programa de las reuniones era amplio. Para salto de longitud se colocaban unas tarimas elevadas y las carreras eran presenciadas desde un balcón para no alterar el recorrido de las carreras.

La revista de aquel entonces ‘Atletismo Español’ reflejaba que la instalación tenía algunos defectos, ya que el trazado del anillo estaba condicionado por la existencia de unas columnas que obligaban a los participantes a frenar en seco al final de las rectas, aunque la propia publicación, en su número del mes de diciembre de 1959, también hablaba de futuras reformas que «dejarían una coqueta pista de 130 metros» y que harían que se pudieran obtener marcas aceptables. Además, existía una recta interior de 58 metros en la que se disputaron las pruebas de 50 yardas (40 metros) y 55 vallas (44 metros). También se podía saltar altura sobre colchonetas y practicar lanzamiento de peso. Una de las curiosidades fue que para amortiguar la caída del peso se forraba el ‘artefacto’ con cuero, por lo que la bola pesaba 7,450 kilos (actualmente está en 7,260 kg).

En la primera reunión atlética en pista cubierta que se llevó a cabo en España participaron exclusivamente guardiamarinas y contó con la presencia de cerca de unas 800 personas, entre ellos los mandos de la Escuela Naval Militar.

El héroe de aquella reunión fue Díaz Granda, que ganó tres pruebas: Se impuso en las 50 yardas con un tiempo de 5.7, en peso, ya que alejó el artefacto hasta los 11.02, que realmente eran más por el excesivo peso de la bola, y su recital prosiguió con su victoria en una prueba de salto de altura que afrontó bastante cansado, según relatan las crónicas de aquel entonces, que aseguraban que si no fuera así habría franqueado el listón en 1.75.

Dos de las pruebas más espectaculares de esta jornada inaugural fueron los 1.500 metros, con triunfo de Fernández García después de pasearse, literalmente, a partir de los mil metros (su marca podría haber sido perfectamente 15 o 18 segundos menor con algo de presión por sus rivales), y la otra gran cita fueron las 55 yardas con vallas, en las que Tomás García empató con Mosquera con un registro de ocho segundos.

Uno de los grandes méritos de la Escuela Naval fue que aquella reunión dio paso a más competiciones. La primera jornada no fue una anécdota, sino el germen del atletismo español de pista cubierta. El mando de la Escuela –según se explica en el libro ‘Historia del atletismo español en pista cubierta’- tomó en consideración las opiniones de sus técnicos y procedió a hacer las debidas rectificaciones en el trazado para poder mejorar el desarrollo de las competiciones.

Las pruebas se sucedieron y la pista fue mejorada, tal como refleja el periódico ‘El Pueblo Gallego’ de principios de 1960. Se amplió el perímetro de la ‘cuerda’ hasta 125 metros, lo que permitía disputar con cierta comodidad las carreras de mediofondo e incluso se instaló un foso elevado de salto con pértiga y un pasillo y foso de arena y serrín para salto de longitud y triple. De esos cambios se felicitaba ‘Atletismo Español’ porque «es una instalación completa para la práctica invernal de nuestro bello y espectacular deporte, que en cerrado resulta más espectacular todavía», sentenciaba.

Las mejoras permitieron dar una vuelta «a atletas de poco peso», según los calificaba ‘El Pueblo Gallego’, «a una velocidad de 16 segundos, lo que permitía hacer en unos 14 minutos los 1.500 metros», animaba ‘Atletismo español’, y marcas sobre los dos minutos en los 800 metros (el récord de España actual es de 1’43”). Las publicaciones, sin embargo, se lamentaban de que la pista no era practicable para distancias menores como los 400, «ya que entonces la curva ‘escupe’».

El idilio entre la Escuela y la pista cubierta se prolongó durante casi una década. En las siguientes reuniones la  participación ya fue abierta porque se invitó a los distintos clubes de atletismo de la provincia de Pontevedra. 

Esa amplia participación hizo que uno de los trofeos que adquirió más popularidad fuese el conocido como el de Reyes, que en 1960 se llevó a cabo por primera vez ante numeroso público, como relataba la prensa de la época, que destacaba que «hubo una enorme expectación. La gente siguió muy interesada la reunión», dijeron los cronistas.

Otra de las competiciones que tuvo más eco fue una disputada el 23 de enero de 1962, de la que hay constancia gracias a una crónica publicada en ‘El Pueblo Gallego’, que destacó el duelo entre un guardiamarina llamado Ramón Touza Prieto (en la actualidad, presidente de la Sociedad Gimnástica) y Gesteira, que representaba al club San Miguel de Marín. En los mil metros mantuvieron un espectacular duelo que se resolvió en los últimos diez a favor del segundo de los mencionados con un tiempo de 2.56.3, mientras que el ahora dirigente ‘gimnástico’ paró el reloj en 2.58. 
Otra de las estrellas de las competiciones era el vigués Carlos Pérez, que en 1960 había estrenado su condición de olímpico en los Juegos de Roma y por aquel entonces era un personaje muy conocido. Sus participaciones se saldaban casi siempre con victorias, aunque la pista no reunía las condiciones más idóneas para él. El propio Berenguer, promotor del proyecto, guardaba un buen recuerdo de «un buen saltador de altura que se llamaba Miramontes».
El matrimonio entre la pista cubierta y la Escuela es un pequeño ejemplo de la larga y fructífera relación que esa institución mantiene con el atletismo. No en vano, además de ser una gran cantera de atletas, sus instalaciones han dado cobijo a clubes, especialmente a la Gimnástica y al San Miguel.

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