lunes, 3 de septiembre de 2012

Una máquina que nunca se detiene

La Vuelta es más que tres semanas recorriendo España. Es ir de un lugar para otro deteniéndose, pero sin tiempo para disfrutar. La caravana nunca pone freno porque un equipo es como un reloj en el que hasta la más pequeña maquinaria tiene que estar engrasada para que marque bien el tiempo.

Una ciudad da la bienvenida al pelotón y sus integrantes ya están pensando en el lugar en el que al día siguiente amanecerá ese sueño llamado Vuelta a España, que convierte al lugar que visita en una fiesta, pero sin equipos no habría fiesta. El pelotón es un gran cajón en el que tienen cabida desde equipos poderosos, de los que se desconoce su presupuesto, hasta formaciones humildes que, a pesar de sus pocos recursos, luchan por un trozo de gloria, porque el ciclismo permite que el más pequeño pueda ser grande.

Pocos recursos no significa falta de seriedad ni profesionalidad, sino todo lo contrario. El Andalucía es uno de esos equipos que hace grande el ciclismo, que lucha de tú a tú contra estructuras poderosas. En el conjunto del sur de España se habla gallego porque el único ciclista de nuestra comunidad autónoma que está disputando La Vuelta viste el maillot azul de la escuadra que dirige Antonio Cabello, un exciclista que hace un lustro hizo realidad el sueño de crear un conjunto profesional y que simplemente es la punta de un gran iceberg porque, pese a que cuenta con uno de los presupuestos más bajos del pelotón, dispone de una estructura que se puede considerar única, ya que además de los ‘pros’ tiene equipos en todas las categorías hasta llegar a escuelas.

Pasan unos minutos de las cinco de la tarde y Anguita, responsable de marketing y comunicación, no quita su mirada de la televisión del autocar del Andalucía, en la que está viendo el final de la decimotercera etapa de la Vuelta a España. Muy cerca de él está sentado uno de los personajes más conocidos, históricos y queridos del ciclismo profesional, Jaime Mir, que está viviendo su 51ª ronda española y sigue con su característico pañuelo colgado del cuello. Los dos esperan el momento de acercarse hasta la línea de meta para recibir a los ciclistas, cuando la crucen comenzará otra etapa, esa que va desde el final de un recorrido hasta el comienzo de otro. Es el trabajo que no se ve. El momento de todos los integrantes del conjunto que no dan pedales y cuya vida gira en torno a los ciclistas, con la finalidad de que no les falte de nada.

Un equipo como el Andalucía mueve 25 personas, contando los nueve corredores que tomaron la salida en Pamplona el pasado 18 de agosto. La lista se completa con directores, manager general –Antonio Cabello-, masajistas, mecánicos, marketing y comunicación, auxiliares y un médico, que es otro pontevedrés, en este caso el ponteareano Manuel Pueyo, que acabó en este equipo por casualidad, según él mismo asegura, pero que reconoce que ha sido una suerte.

Apenas se ha pasado el ecuador de La Vuelta, pero la carga física es elevada porque "se está yendo muy rápido", asegura el vilagarciano Veloso, que reconoce estar feliz porque "las etapas gallegas están siendo una fiesta". Se siente orgulloso de sus paisanos: "Hemos dado una lección a todos", asegura, y está en lo cierto porque uno de los principales temas en cualquier conversación, sean quienes sean los que participen en ella, es la cantidad de gente que hay en la carretera viendo las etapas.

La conversación se produce en el autocar camino de Santa Cristina, localidad que está a unos 40 kilómetros de Ferrol y donde el equipo andaluz tiene el hotel para pasar la noche antes de ir al día siguiente a Palas de Rei, donde estará la salida de la decimocuarta jornada de la Vuelta. Por delante van los coches de equipo que conducen Antonio Cabello y el director.

Una hora más tarde ya están en el Hotel Rías Altas. El paraje asombra a todos porque está pegado a la playa, pero no hay tiempo para relajarse. Los mecánicos ya están limpiando todas las bicis y preparándolas para el día siguiente, hay más carga de trabajo porque al ser la siguiente una etapa de montaña hay que cambiar los desarrollos. El trabajo se reparte por las dependencias del hotel. Los corredores van a sus habitaciones antes de visitar la de los tres masajistas.

Bernardo es otro de los veteranos del pelotón. Lleva cerca de 25 años como masajista de equipos ciclistas y ha formado parte de escuadras como el Kelme. Es el jefe de los masajistas, una persona entrañable que los corredores buscan no solamente por sus manos mágicas, sino también por sus conversaciones. "Es un momento importante del día", explica antes de contar un secreto: "Mirándole un segundo la cara ya sé si han tenido un buen día o uno malo". A él los corredores le confiesan sus sensaciones, sus pensamientos, su estado de ánimo. "Hay unos que hablan, otros escuchan música, otros están callados. Depende del día".

El Andalucía cuenta con tres masajistas, por lo que a cada uno le tocan tres corredores, con los que emplean alrededor de 40 minutos para cada uno. El tiempo apremia porque para las nueve de la noche está establecida la cena, con un menú rico en calorías, cerca de un cincuenta por ciento, un cuarenta es de proteínas y un diez de grasa. Como buenos andaluces, no falta el aceite de oliva.

Los menús tienen acento pontevedrés porque el encargado de elaborarlos es el doctor Manuel Pueyo, otro histórico del ciclismo que hace cuatro años cayó de casualidad en la escuadra y desde el primer día la conexión con todos ha sido excepcional. Cuando los ciclistas acaban de cenar es el momento del resto de componentes del equipo. Probablemente es el momento más tranquilo del día. Hay conversaciones de todo tipo, pero el final de cada velada es muy semejante y lleva el nombre de Jaime Mir, porque después de más de medio siglo tiene ‘batallas’ para escribir más de un libro, pero escuchándole uno obtiene la conclusión de que cualquier tiempo pasado fue mejor porque recuerda que "cuando yo empezaba las maletas eran de madera y ahora vamos a hoteles extraordinarios".

La noche ya se ha apoderado del hotel. Antes de las once los ciclistas ya están en sus habitaciones y también los masajistas, que son los primeros en levantarse. Sus despertadores suenan a las siete de la mañana, ya que tienen que preparar el avituallamiento. En las bolsas los corredores llevan pastelitos, generalmente de manzana, no faltan las barritas energéticas, bollos de leche con Nutela y plátano, entre otras, así como una Coca-Cola. Si hiciera frío se sustituiría por té caliente.

Los corredores se levantan a las ocho y media de la mañana y una hora más tarde están sentados a la mesa para hacer la comida más importante del día, el desayuno. El objetivo es llenar el depósito para afrontar la etapa.

Cada ciclista emplea cerca de 40 minutos en desayunar. Hay pasta, arroz, huevos rotos, tortilla, tostadas con Nutella, fruta, café… Cada uno repite cuantas veces quiera bajo la atenta mirada de uno de los masajistas, que está pendiente de que no falte de nada. Una hora más tarde los coches ya están encendidos.

Hoy toca traslado. El hotel está a unos 90 kilómetros de la línea de salida. Rafa, conocido en el equipo como ‘El Capitán’, ya se sabe a la perfección el itinerario, ha contado con la ayuda de Gustavo César Veloso, porque el objetivo es llegar sin sorpresas a Palas de Rei. Al revés que en el viaje de Ferrol a Santa Cristina, en este caso hay conversaciones, pero cuando el autocar ya está aparcado en la zona establecida por la organización todo cambia. Todos saben que llegó el momento. Los ciclistas se visten con la ropa de faena, mientras los directores y el manager comentan los últimos detalles. Cuando bajen del autocar ya no volverán, por delante tienen 150 kilómetros.

Se cierra el autocar porque nadie puede molestar. Dentro están los corredores, los directores, algunos masajistas y el periodista que contempla como Cata analiza con sus ciclistas lo sucedido el día anterior. El tono de la conversación no es elevado, no hay una palabra más alta que otra, pero hay cierto enfado porque "tenéis que estar más atentos". El hombre del equipo para la etapa es Adrián Palomares y el objetivo es meterse en la fuga. Hay un corredor a vigilar, el francés David Moncutie, el rey de la montaña de La Vuelta en los últimos años. Saben que no es jornada para ellos porque es un día importante para ‘los gallos’ del pelotón, pero lo intentarán. Una vez dada la salida uno de los primeros mensajes de radio vuelta confirma que el exalimenticio Palomares se ha metido en la que está llamada a ser la fuga del día.

 
‘Purito’ ha sido el primero en cruzar la meta a pesar de que Adrián Palomares estuvo fugado más de 100 kilómetros, pero el ciclismo es así. En la meta, como una madre esperando a que sus hijos salgan del colegio, está esperando a los corredores Bernardo. Paco Anguita está atento a su cámara, los auxiliares preparados para iniciar el descenso porque espera otro traslado hasta León. Así es la vida de un equipo, nunca se detiene. Como escribió el poeta, hacen camino al andar, pero en este caso a base de dar pedales encima de un caballo con ruedas, donde construyen los sueños, porque los pequeños también tienen derecho a soñar.

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