domingo, 25 de noviembre de 2012

Los Juegos que no inspiraron a Londres

En los prolegómenos de los Juegos de la XXX Olimpiada, Londres vivía tan preocupado por el desarrollo del magno acontecimiento como por el legado que dejarían en una ciudad de ocho millones de personas y graves problemas de espacio.

Cien días después de que el fuego sagrado se apagara en el estadio de Stratford el espíritu olímpico ha desaparecido de la capital británica sin dejar, sorprendentemente, ningún tipo de rastro, a pesar de que este pasado verano se convirtió en la única ciudad del mundo en acoger la cita de los cinco aros en tres ocasiones.

"Al día siguiente ya nadie se acordaba de los Juegos. Es como si hubiera terminado cualquier otro acontecimiento". Quien habla así es una madrileña llamada Pilar, que lleva un año viviendo en Londres y que tanto en la cita olímpica como en la actualidad trabaja en el McDnald’s situado en el centro comercial más grande de Europa y que se inauguró en septiembre de 2011 al lado del parque olímpico.

Una de las consignas de la organización que más escucharon durante los años anteriores a los Juegos los arquitectos que trabajaron en proyectos olímpicos fue la de idear soluciones "sostenibles" y "útiles para las próximas generaciones", según Chris Jopson, uno de los responsables del diseño del parque olímpico. Sin embargo, esa obsesión por no dejar un legado demasiado pesado ha provocado que Londres apenas se haya transformado.

Ya durante el desarrollo de los Juegos una queja habitual era que todos aquellos lugares que no eran el barrio de Stratford no estaban viviendo la cita olímpica. "No había ambiente", asegura Olga Rodríguez, exjugadora del Espanyol de Barcelona femenino y de la selección española, que a principios de 2011 emigró a Londres, donde trabaja en una conocida tienda de deportes en Piccadilly Circus. "En lo único que lo notábamos es que había más gente y se trabajaba más".

El económico es uno de los impactos más importantes de los Juegos, tanto para lo bueno como para lo malo. En el primer aspecto está la generación de ingresos que se confirman con un dato que da Pilar: "Cada día hacíamos una caja de 40.000 euros", una cantidad que pone de manifiesto la trascendencia de los Juegos y que adquiere una mayor relevancia si se tiene en cuenta que en la misma zona de Stratford había tres establecimientos de la conocida marca de hamburgueserías y uno de ellos es el más grande del mundo. Esos números hacen que Rosa exprese rotundamente un deseo: "Yo quiero unos Juegos para Galicia". Habla así porque, aunque lleva cinco años viviendo en Londres, sigue teniendo el corazón en su tierra natal.

Rosa tiene un puesto de comida en el conocido mercado de Camden Town (en cuya estación de metro todavía hay un cartel sobre las líneas que llevaban al parque olímpico), que fue uno de los sitios más visitados por turistas y deportistas durante los Juegos. "Hubo un ambiente muy bueno, sobre todo porque se trabajó mucho, pero nada más", reconoce antes de profundizar más en el análisis: "El ambiente es como cuando hay otro evento, pero en este caso más porque son más días".

A Rosa le sucede como a Jerry, un caribeño de la pequeña isla de Aruba, que
echa en falta el espíritu olímpico. "Estaba convencido de que iban a cambiar cosas y, sobre todo, que el londinense iba a presumir de los Juegos, y ni siquiera es así".

Esa afirmación se comprueba en cualquier conversación. Olga como buena barcelonesa destaca que "20 años después, en mi ciudad se recuerdan los Juegos, pero probablemente porque cambió a la ciudad, aquí no. Lo único que varió fueron los precios de las cosas", señala, y Carmen, una madrileña que trabaja en un restaurante en Stratford, añade: "Han pasado los Juegos y los alquileres no han bajado".

Donde se nota la transformación es en Stratford, que hasta el 6 de julio de 2005 –día en el que el COI otorgó los Juegos a Londres- era un barrio marginal, con un vertedero incluido. Los canales y arroyos del East London se limpiaron a conciencia y se retiraron más de dos millones de toneladas de tierra contaminada. Y se levantaron más de 30 nuevos puentes para devolver la vitalidad humana a la zona.

Lejos de esa realidad, ahora es una superficie de 2,5 hectáreas en la que estos días cientos de operarios trabajan para reconvertirla en el parque Elizabeth II, que abrirá el próximo verano. Se plantaron 4.000 árboles y se restauraron cinco kilómetros de río. Los cañaverales, pastizales y lagunas están llenos de animales que hacía décadas no se dejaban ver por los alrededores de la capital. Además, la ampliación del río, las defensas naturales y los sistemas de drenaje han dotado a esta zona de resistencia para que se reduzcan posibles efectos del cambio climático, como el aumento del nivel del mar.

Bajo esas premisas, tan solo se mantendrán en pie cinco de los recintos que se levantaron en Strat-ford, mientras que el resto se están desmontando, entre ellos el coqueto Arena de Waterpolo, el Basketball Arena, que será vendido al comité organizador de los próximos Juegos, y las gradas del Centro Acuático.

Muchos creen que el espíritu olímpico regresará cuando abra las puertas el nuevo (en superficie algo superior a Hyde Park) Elizabeth II, mientras tanto los Juegos que el Locog (comité organizador local) quiso que inspiraran a una generación, tal como era su lema, no han inspirado, por el momento, a Londres.

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