lunes, 26 de noviembre de 2012

Profesor de personas

El nadador americano Matt Biondi -ganador de once medallas olímpicas, de las cuales ocho son de oro- dejó una frase para la posteridad: «Hay demasiado énfasis en el éxito y en el fracaso y muy poco en cómo la persona progresa a través del esfuerzo. Disfruta del viaje, disfruta cada momento y deja de preocuparte por la victoria y la derrota». Estas palabras, pronunciadas después de subirse cinco veces a lo más alto del podio en los Juegos de 1988, resumen perfectamente el pensamiento de un pontevedrés de corazón que dedicó toda su vida a formar a personas a través del deporte: Manuel Corrochano Gálvez.

En una España en la que apenas había de nada, aunque sí mucha tristeza y hambre, este pontevedrés utilizó el deporte para hacer una mejor juventud, a la que siempre consideró el motor de la sociedad, por ello probablemente le dedicó sus esfuerzos, porque no solamente fue un maestro de la educación física, -por aquel entonces, gimnasia-, sino de la vida. El bastón en el que sus alumnos podía apoyarse y el cómplice necesario para hacer realidad sus sueños de mayores.

Les enseñó a sus alumnos que a través del esfuerzo y de la implicación se puede conseguir todo aquello que uno se proponga. Por ello, es posile que cuando le hicieron un homenaje en 2007 con motivo del cincuenta aniversario de la victoria del Instituto en los Juegos Escolares, hablara con emoción de los que formaron parte de aquellos equipos. «Eran unos chavales comprometidos, disciplinados y con una enorme capacidad de sacrificio», confesó.

Medio siglo antes, Pontevedra había acaparado la atención deportiva de España porque su instituto hacía historia al proclamarse campeón nacional de gimnasia educativa en el transcurso de los Juegos Escolares, cuya fase final se celebró en Madrid, como era habitual.

Un año antes (1956) el Instituto ya había dado un aviso serio al ser el primer centro público en lograr la clasificación para la fase final y alzarse con un espectacular segundo puesto. En 1957 la hazaña se vio culminada porque el conjunto de la ciudad del Lérez, dirigido por el profesor Manuel Corrochano, lograba el título en la modalidad de gimnasia educativa, pero el éxito se ampliaba con la tercera plaza en balonmano y el segundo en la clasificación general absoluta.

Lograr el título en los Juegos Nacionales ya era de por sí un éxito espectacular, pero que lo consiguiese un instituto considerado como pequeño, y público, hacía que el resultado alcanzase la categoría de hazaña. Debido a la poca cantidad de alumnos, muchos de ellos tenían que participar en más de una modalidad. «La mayoría hacíamos gimnasia educativa y balonmano o baloncesto», reconocía hace unos años Pepe Vilas, uno de los alumnos aventajados de Manuel Corrochano y todo un portento físico. El resultado es un claro ejemplo de la importancia que el deporte tenía en el Instituto y en Pontevedra gracias a este profesor que era mucho más que un ‘enseñador’ de lecciones.

El título en los Juegos Escolares está considerado, en la memoria de la ciudad, como el primer gran éxito, a nivel colectivo, del deporte pontevedrés, ya que el Pontevedra Club de Fútbol todavía no había empezado su espectacular ascenso hacia la élite, mientras que la Sociedad Deportiva Teucro era una entidad que prácticamente daba los primeros pasos de su vida.

El legado de Manuel Corrochano no solo son aquellos logros con el Instituto, aunque resumen perfectamente su trayectoria académica por lo que significaron. La pasión por el deporte y los jóvenes hizo que se involucrase en todas aquellas acciones que consideró adecuadas para mejorar la sociedad. Su trabajo no se ciñó únicamente al aspecto educativo sino también a la gestión, ya que durante mucho tiempo fue el responsable provincial de Deportes.

Fue una persona clave para dos clubes, especialmente. El primero de ellos, la Sociedad Deportiva Teucro, porque en 1958, junto a Germán de la Iglesia y Rafael Vázquez, refundó la entidad que había nacido en 1945. Fue su presidente hasta septiembre de 1959, cuando fue sustituido por Manuel Malvar.

Su gran obra fue la creación en 1964 del Club Cisne, en aquella época una entidad polideportiva que tenía las secciones de atletismo, baloncesto, voleibol, piragüismo y balonmano, que a la postre fue su gran referencia. A éste dedicó gran parte de su vida, por no decir toda hasta su muerte en 2011, porque aunque la presidencia de la sociedad la dejó en el primer lustro de los ochenta, siempre estuvo unido a la misma.

Su tenacidad y sabiduría dejaron otra huella en la ciudad con el Estadio de la Juventud, del que fue uno de sus ‘padres’ y director durante muchos años. Una de sus obsesiones era conseguir que Pontevedra contase con unas instalaciones deportivas adecuadas, de las que carecía en la década de los sesenta, por lo que consiguió los apoyos necesarios para que lo que ahora es el Centro Galego de Tecnificación Deportiva fuera inaugurado en 1968.

Con su muerte, en 2011, Pontevedra dijo adiós a una parte de su historia deportiva, porque Manuel Corrochano Gálvez no solamente fue un gran profesor de educación física, sino un extraordinario profesor de personas.

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