domingo, 19 de agosto de 2012

El lugar de las tradiciones


Cuando el visitante lleva tan solo un minuto en el All England Club se da cuenta de por qué todos los tenistas sueñan con jugar alguna vez allí. Su magia hace que disputar un partido en su pista sea algo inolvidable y ganar Wimbledon signifique entrar en la leyenda.Es la tradición en estado puro

Los ingleses tienen a su reina, la quieren y por ello cantan a Dios para que la salve. También tienen a Wimbledon. Nadie canta que Dios lo salve, no es necesario, porque si no pudieron con él las bombas de las fuerzas aéreas alemanas ya nadie podrá.


Este rodillo fue el culpable del nacimiento de Wimbledon

Wimbledon es Wimbledon. No hay nada igual. Es una mezcla de túnel del tiempo y consolidación en la modernidad, pero en él la tradición es lo más preciado. Todo se rige por ella. NI si quiera las duras normas olímpicas han podido con él, no en vano los organizadores han tenido que cambiar los colores corporativos porque los que se imponen aquí son el verde y el púrpura. Lo único diferente en los Juegos es que cada tenista viste con los colores de su país, saltándose así la exigencia del tercer Grand Slam del año de usar vestimenta blanca.

Aunque es agosto, Wimbledon sigue teniendo un aroma especial. Es la catedral del tenis, el lugar de peregrinación. «Ayer cuando entré por primera vez, un escalofrío recorrió mi cuerpo», comenta Juan, que es un valenciano que, acompañado de su esposa, está estos días en Londres para ver el torneo de tenis de los Juegos. Por segunda vez en su historia el All England Club ha abierto sus puertas al torneo de tenis de los Juegos Olímpicos. Hace 64 años también fue escenario de esta competición cuando Londres acogió la edición de 1948. En esta ocasión, Londres ha querido combinar instalaciones nuevas y modernas con escenarios míticos, por ello los últimos partidos de fútbol serán en Wembley, el triatlón en Hyder Park y el voley playa en las inmediaciones de Buckingham Palace.

El tenis no podía tener otro escenario, Wimbledon. Un paseo por él es altamente recomendable. La pista central, conocida como la Centre Court, lo preside todo. Solamente le hace un poco de sombra la número uno, de semejanza parecida, pero la central es la central porque en ella se han disputado algunos de los partidos más legendarios del mundo.

Alrededor de la pista está el recuerdo de la historia. El visitante se encuentra en uno de los laterales con el busto de cinco ganadores del torneo, pero el que tiene un lugar preferente es FJ Perry, que cuenta con una estatua para conmemorar sus tres victorias consecutivas en la década de los treinta del siglo pasado. No faltan los paneles donde figuran los nombres de los ganadores de un torneo que, hasta en su estructura, es diferente al resto de grandes.

Se desarrolla en 15 días que integran tres fines de semanas, igual que el resto de grandes; sin embargo, no hay partidos en el segundo domingo que se conoce como el ‘Middle Sunday’ (domingo del medio). Se respira tenis por todas las esquinas porque es tan emocionante ver un partido en una de sus pistas como hacerlo en el jardín que preside una gran pantalla de televisión. En muchas ocasiones en la pista número uno se escuchan las exclamaciones que vienen del exterior.

Wimbledon sabe que no necesita de nadie, por ello ha impuesto sus propias normas a los organizadores de los Juegos. Solo ofrece siete pistas de entrenamiento, que deben acomodarse a las solicitudes de los cerca de 200 participantes olímpicos. Ha sido inflexible el All England, que no ha accedido a ofrecer las de sus socios, a pesar de que están desocupadas durante casi todo el día. Con problemas o sin ellos, los Juegos agrandan su leyenda con escenarios como el All England Club, en el que el tenis adquiere una dimensión de acontecimiento social histórico.

Sin fresas
Puede parecer algo snob, pero en realidad la costumbre es tan antigua como el propio torneo, que arrancó en 1877. La abolición cuatro años antes del impuesto sobre el azúcar extendió el cultivo de fresas, para consumo directo o en mermelada, y popularizó socialmente esa fruta. El hecho de que su temporada natural en el sur de Inglaterra comienza en junio, coincidiendo con la cita de Wimbledon, propició un perfecto maridaje.
Otra de las diferencias de los Juegos con el torneo es que en estos días no hay fresas, ya que las huertas de Kent, donde se recogen el día anterior durante la competición, no tienen. Durante el Grand Slam se venden en un pequeño recipiente, no propiamente con nata montada,  sino regadas con doble crema de leche. A lo largo de las dos semanas del torneo se sirven unos 27.000 kilos de fresas y 7.000 litros de nata.

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