lunes, 20 de agosto de 2012

El mar acabó con su sueño

El mundo se emocionó con una niña de 17 años que en los Juegos Olímpicos de Pekín de 2008 entró a más de diez segundos de la ganadora de su serie de los 200 metros; una diferencia abismal, pero era lo menos importante porque Samia Yusuf Omar demostró el verdadero espíritu olímpico.

Los Juegos son la mayor expresión de igualdad y fraternidad además del principal acontecimiento deportivo. Por mucho que cambien los tiempos, en la vida, como en el deporte, el mayor éxito no está en la victoria sino en la capacidad del ser humano para hacer frente a todos sus retos. En la cita de los cinco aros todo es posible. Son tan importantes las hazañas de Michael Phelps como el afán de superación de aquellos que luchan contra su destino.

Samia Yusuf Omar no pudo repetir su participación en Londres pues murió en el intento de llegar en una patera a las costas italianas, hacia donde había embarcado días antes desde Libia buscando una nueva vida, pero nunca terminó su travesía.

El mediofondista somalí Abdi Bile, medalla de oro en los 1.500 metros en el Mundial de atletismo de Roma, en 1987, fue el encargado de contar a la prensa durante una reunión del Comité Olímpico Nacional de Somalia qué había sido de aquella chica de 17 años que conmovió al público del estadio Olímpico del Nido de Pekín, en donde vivió una «experiencia bellísima», según las palabras de la atleta que había portado la bandera de su país en el desfile inaugural de los Juegos de la XXIX Olimpiada.

Al regresar a Mogadiscio y pese a todas las dificultades siguió entrenándose duramente en el destartalado estadio olímpico de la capital somalí para poder volver a participar en unos nuevos Juegos Olímpicos, por ello este verano se embarcó en una patera para intentar llegar a Italia y seguir su carrera deportiva ante la falta de fondos de su país.

El entrenador de Sami, Mustafa Abdelaziz, confirmó al ‘Corriere della Sera’ que la atleta se embarcó este verano en una patera para intentar llegar a Italia y seguir su carrera deportiva ante la falta de fondos de su país.

Su madre vendió incluso un pequeño terreno para financiar su viaje y que pudiera así cumplir su sueño y tener una vida alejada de las guerras y la precariedad.

«Los supervivientes de ese viaje comunicaron la lista de las personas que habían fallecido durante la travesía y allí estaba su nombre (...). Nos quedamos helados. Sabíamos que el viaje hacia Occidente es peligroso, pero no nos podíamos imaginar que ella sería una de sus víctimas», dijo Abdelaziz a los medios italianos.
Samia nació en 1991. Era la mayor de seis hermanos, hija de una vendedora de frutas y su padre murió en uno de las múltiples conflictos que se viven en el país.

Su amor por el deporte la llevó a practicar atletismo, pero también natación y baloncesto. En mayo de 2008, Samia se coronó campeona africana de los 100 metros y con solo 17 años desembarcaba en Pekín para hacerse abanderada del lema del barón Pierre de Coubertin, lo importante no es ganar sino participar. El mar Mediterráneo acabó con todos sus sueños.

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