domingo, 21 de octubre de 2012

El capitán del rugby pontevedrés

Antonio Lemos no solo es más que una leyenda del Mareantes sino el guía espiritual de un deporte

Algunas de las cosas más importantes de la vida suelen suceder en los momentos más inesperados y, en muchas ocasiones, de manera casual. Quién le iba a decir a Antonio Lemos que el día que se encontró a un grupo de chavales camino del campo de A Xunqueira con un balón oval de rugby aquello iba a ser no solamente el inicio de un gran relación sino también de un modus operandi y el nacimiento de un deporte, que fiel a sus raíces románticas, es imprescindible en el día a día de la capital de las Rías Baixas.

Vilagarciano de nacimiento, pontevedrés deportivamente hablando, y ciudadano de España porque, debido primero a sus estudios y posteriormente a su trabajo, ha vivido en numerosos lugares de la geografía española.

Fue en una de sus primeras ‘paradas’ cuando nació en él el gusanillo del rugby. Fue casi una obligación. Se trasladó a Zaragoza a estudiar una carrera universitaria y en aquella facultad el ‘deporte de truhanes’ era imprescindible. Le enseñaron a jugar con aquel balón que no era redondo, pero lo más importante es que le enseñaron una forma de vivir, unos valores a los que se ha mantenido fiel y que ha ido inculcando siempre que ha tenido una mínima oportunidad.

Lemos se enganchó al rugby para toda la vida. La camiseta de aquel equipo zaragozano que competía en la liga aragonesa fue la primera que vistió. Fue el inicio de una larga carrera deportiva totalmente amateur, pero cuando era destinado a otra ciudad lo primero que hacía era averiguar dónde había un club de rugby, por ello militó en el Náutica de Mallorca o en el Filosofía de Madrid con el que llegó a jugar en la División de Honor.

1988 fue un año absolutamente crucial para el rugby gallego y para todos aquellos que formaban su familia. Diferentes excendidos del Universitario de Santiago -cuna de este deporte en nuestra comunidad, aunque no es el club más antiguo- crearon varios equipos. De esa manera nació Os Ingleses de Vilagarcía o el Mareantes de Pontevedra. Fue un habitual de la selección gallega con la que debutó en Cantabria en 1986 y una década después aceptó ser presidente de la federación autonómica durante dos años porque su deporte lo necesitaba.Fue un día de otoño de ese crucial año cuando Lemos iba en coche con su mujer cerca de A Xunqueira y al ver a un grupo de chavales con un oval se detuvo, se bajó del vehículo y le dijo a su esposa que lo recogiera en tres horas, lo siguiente fue acercarse a aquellos chicos para pedirles jugar. Cuando respondieron afirmativamente no sabían que estaban encontrando su guía particular, su capitán eterno; los pilares en los que se cimentarían sus incipientes sueños rugbísticos.

Un cuarto de siglo después, Antonio Lemos Mariño sigue siendo el capitán, no deportivo sino espiritual, del Mareantes, porque hay honores que se ganan con los años que no se pierden cuando uno, por una cuestión de la edad, tiene que retirarse de la primera línea de batalla.

Lemos es el Mareantes y el rugby en una única persona. Fiel a los ideales de un deporte de truhanes jugado por caballeros, porque ganar o perder es secundario cuando por medio está el respeto a una manera de vivir y a unos valores, esos que inculcó a aquellos jóvenes que transformaron el paseo hacia A Xunqueira en el viaje de sus vidas.

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